Este título y la teoría conectada a el, así como la teoría de los frutos del Espíritu Santo y aquella de los pecados contra el Espíritu Santo, implican lo que los teólogos llaman
apropiación. Se entiende por este término lo que es atribuído especialmente a las
perfecciones de una Persona Divina y las obras exteriores que nos parecen más claramente e inmediatamente conectadas a El, cuando consideramos Sus características personales pero que en realidad son comunes a las Tres Personas. Es en este sentido que atribuimos al Padre, la perfección de onmipotencia con sus más impactantes manifestaciones, por ejemplo, la
Creación, porque El es el principio de las otras dos Personas; Al Hijo atribuimos la sabiduría y las obras de sabiduría, porque El procede del Padre por el Intelecto; al Espíritu Santo atribuimos las operaciones de gracia y santificación de las almas y en particular, dones y frutos, porque El procede del Padre y del Hijo como Su amor mutuo y es llamado en las Sagradas Escrituras, la bondad y caridad de Dios.
Los dones del Espíritu Santo son de dos tipos: los primeros son especialmente encaminados a la santificación de la persona que los recibe; los segundos, son llamados más propiamente charismata, son favores extraordinarios otorgados para ayudar a otros, favores también, los cuales no santifican por sí mismos, e incluso pueden estar separados de la gracia santificante. Aquellos del primer tipo son considerados 7 en número, como los enumeraba Isaías (xi,2,3) donde el profeta los ve y describe en el Mesías. Son los dones de sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento y piedad (santidad) y temor del Señor.
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