domingo, 30 de marzo de 2014

EL CIEGO DE NACIMIENTO




Este milagro demuestra que Jesús es la Luz del mundo (cfr Jn 8,12-20), ratificando la afirmación del prólogo: «Era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo» (Jn 1,9). Jesús no sólo da la luz a los ojos del ciego, sino que le ilumina interiormente llevándole a un acto de fe en su divinidad (Jn 9,38). A la vez, el relato deja patente el drama profundo de quienes se obcecan en su ceguera. Jesús se proclama la Luz del mundo porque su vida entre los hombres nos ha dado el sentido último del mundo, de la vida de cada hombre y de la humanidad entera. Sin Jesús toda la creación está a oscuras, no encuentra el sentido de su ser, ni sabe a dónde va. «El misterio del hombre sólo se esclarece realmente en el misterio del Verbo Encarnado (...). Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera de su Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad» (Conc. Vaticano II, Gaudium et spes, n. 22). Jesús nos advierte —y esto lo dirá más claramente en 12,35-36— de la necesidad de dejarnos iluminar por esa luz que es Él mismo (cfr Jn 1,9-12).
En el diálogo inicial con sus discípulos (Jn 9,1-5), Jesús corrige las opiniones en boga que atribuían la enfermedad, y las desgracias en general, a los pecados personales o a las faltas de los padres. Al mismo tiempo muestra, mediante la curación del ciego, que Él ha venido a quitar el pecado del mundo, causa en último término de todas las desgracias que aquejan a la humanidad.
«Siloé» (Jn 9,6). La piscina de Siloé era un estanque construido dentro de las murallas de Jerusalén —al sur—, para recoger las aguas de la fuente de Guijón y abastecer la ciudad, a través de un canal excavado por el rey Ezequías en el siglo VIII a. C. (cfr 2 R 20,20; 2 Cro 32,30); los profetas consideraban estas aguas como una muestra del favor divino (cfr Is 8,6; 22,11). El evangelista se apoya en el sentido amplio de la etimología de Siloé —en hebreo, siloaj, «enviado», tal vez aludiendo al agua, que en hebreo es masculino—, para mostrar a Jesús como el «Enviado» del Padre. Con gestos y palabras que evocan el milagro de Naamán, el general sirio curado de su lepra por el profeta Eliseo (cfr 2 R 5,1ss.), Jesús exige la fe en Él. «¡Qué ejemplo de fe segura nos ofrece este ciego! (...) ¿Qué poder encerraba el agua, para que al humedecer los ojos fueran curados? Hubiera sido más apropiado un misterioso colirio, una preciosa medicina preparada en el laboratorio de un sabio alquimista. Pero aquel hombre cree; pone por obra el mandato de Dios, y vuelve con los ojos llenos de claridad» (S. Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 193).
En el episodio aparecen las diversas posturas que los hombres toman ante Jesús y sus milagros. Los de corazón sencillo, como el ciego, creen en Jesús como enviado, profeta (Jn 9,17; cfr 9,33) e Hijo de Dios (cfr Jn 9,38). Los que se encierran voluntariamente en sí mismos y pretenden no tener necesidad de salvación, como aquellos fariseos, se obstinan en no querer ver ni creer, incluso ante la evidencia de los hechos. Los fariseos, para no aceptar la divinidad de Jesús, rechazan la única interpretación correcta del milagro. El ciego, en cambio —como las almas abiertas, sin prejuicio a la verdad—, encuentra en el milagro un apoyo firme para confesar que Cristo obra con poder divino (Jn 9,33): «Ciertamente Cristo apoyó y confirmó su predicación con milagros para excitar y robustecer la fe de los oyentes, pero no para ejercer coacción sobre ellos» (Conc. Vaticano II, Dignitatis humanae, n. 11).
La Tradición de la Iglesia ha visto simbolizado en este milagro el sacramento del Bautismo, en el cual, por medio del agua, el alma queda limpia y recibe la luz de la fe. «Este ciego representa a la raza humana. (...) Si la ceguera es la infidelidad, la iluminación es la fe. (...) Lava sus ojos en el estanque cuyo nombre significa “el Enviado”: fue bautizado en Cristo» (S. Agustín, In Ioannis Evangelium 44,1-2).
El diálogo del recién curado con las autoridades judías manifiesta que quien acepta a Cristo cumple la voluntad de Dios. La expresión «dar gloria a Dios» (Jn 9,24) era una solemne declaración, a modo de juramento, con la que se exhortaba a decir la verdad.
La expulsión del ciego por confesar a Cristo (Jn 9,34) es también una exhortación a mantenerse fieles aun cuando ser cristiano lleve consigo ser rechazado por otros. El hecho milagroso es igualmente válido para todos, pero la contumacia de aquellos fariseos no se rinde ante la evidencia del hecho, ni siquiera después de las averiguaciones realizadas con los padres y el propio ciego (Jn 9,13-23). «El pecado de los fariseos no consistía en no ver en Cristo a Dios, sino en encerrarse voluntariamente en sí mismos; en no tolerar que Jesús, que es la luz, les abriera los ojos» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 71).
La actitud del que había sido ciego culmina en la confesión de la condición divina de Jesús (Jn 9,38). No parece casual este encuentro. Los fariseos han echado de la sinagoga al ciego curado; pero el Señor, además de acogerle, le ayuda a hacer un acto de fe en su divinidad. «Lavada finalmente la faz del corazón y purificada la conciencia, lo reconoce no sólo hijo de hombre, sino Hijo de Dios» (S. Agustín, In Ioannis Evangelium 44,15). Este diálogo nos recuerda el que Jesús había mantenido con la samaritana (cfr Jn 4,26).
Ante el contraste entre la fe del ciego y la obstinación de los fariseos, el Señor pronuncia la sentencia del v. 39. Él no ha sido enviado para condenar al mundo, sino para salvarlo (cfr Jn 3,17); pero su presencia entre nosotros comporta ya un juicio, porque cada hombre ha de tomar frente a Él una de estas dos actitudes: de aceptación o de rechazo. Cristo ha sido puesto para ruina de unos y salvación de otros (cfr Lc 2,34).

Las palabras de Jesús produjeron una fuerte impresión entre los fariseos, deseosos de encontrar en sus enseñanzas algún motivo de condena. Dándose cuenta de que se refería a ellos, le vuelven a preguntar (Jn 9,40). La respuesta del Señor es clara: ellos pueden ver pero no quieren; de ahí su culpabilidad. «¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos, y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y gloria, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes, hechos ignorantes e indignos!» (S. Juan de la Cruz, Cántico espiritual 39,7). Para los que se resisten a creer, Jesucristo será causa de perdición.

viernes, 28 de marzo de 2014

LA PASION DE CRISTO


La intención de la Iglesia es que, en esta Semana Santa, los fieles mediten sobre la Pasión de Jesucristo. Nada hay más propio para excitar en nuestras almas vivos sentimientos de contrición, de agradecimiento y de amor… Las principales consideraciones que podemos hacer sobre este Hecho, comenzando en el huerto de Getsemaní y consumado en el Gólgota, están como resumidas en esta sentencia de San Pedro: “Cristo padeció por nosotros dejándonos ejemplo para que sigáis sus pasos” (I Ped., II, 21). Veamos, pues:
I. ¿QUIÉN ES EL QUE SUFRE? CRISTO.
1)Jesucristo, a saber, el Hijo de Dios, hecho hombre para salvarnos. Jesús, la inocencia y la misma santidad, el esplendor del Padre, consubstancial e igual a Él, el Rey de la gloria: se abatió y envileció por nosotros hasta soportar los ultrajes y los tormentos más horrorosos, como un malhechor y un criminal…
2)Es Jesús, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, aquel que dijo hágase y quedaron hechas todas las cosas (Salmo XXXII, 9), que sostiene todas las cosas; a Él fue dada la potestad; “aparecerá sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad” para juzgar a los vivos y a los muertos… (Mat., XXIV, 30). En aquel día los judíos y todos los malvados “Volverán ojos hacia Aquel a quien traspasaron” (Juan, XIX,37).
3)Es Jesús infinitamente bueno y liberal; “Pasando por todas partes derramando beneficios”, asistiendo a los miserables, librando a los posesos, consolando a los afligidos… ¿Y cuál fue la gratitud de los hombres? Le levantaron en un patíbulo.

jueves, 27 de marzo de 2014

LO QUE VOY HACER EN EL FUTURO

Hoy  les cuento una anécdota de estas que aparecen cuando los niños pasan hablando a nuesto lado. El caso es que una niña y un niño de la clase estaban en el salon del arte dibujando libremente, y de repente dice la niña: "¡Yo de mayor voy a ser PINTORA!", inmediatamente el niño dice con toda seguridad  "¡Y YO PINTORO!". ah niños y sus ocurrencias.

miércoles, 26 de marzo de 2014

AÑO DE LAS FAMILIAS



Veinte años después, la ONU vuelve a proponer un año internacional de la familia.
Este año se cumple el vigesimo aniversario del Año Internacional de la Familia, que tuvo lugar en 1994.  La Organizacion de las Naciones Unidas (ONU) ha decidido conmemorarlo en todo el mundo y se ha marcado tres objetivos:

a) La lucha contra la pobreza de las familias y contra la exclusión social.
b) El logro de la conciliacion entre el trabajo y la familia
c) La promocion de la integracion social y la solidaridad intergeneracional.

martes, 25 de marzo de 2014




"La Palabra se hizo carne" es una de esas verdades a las que nos hemos acostumbrado tanto, lamentablemente,  que apenas nos afecta la magnitud del evento que ella expresa. Y de hecho, en este tiempo contemporaneo, parece que nos interesan otras cosas,  a veces se está más preocupado por nuestro cansancio, por nuestra comodidad de no querer hacer nada,  por las apariencias exteriores, en los "colores" de la fiesta, que al corazón de la gran novedad cristiana que celebramos: algo absolutamente impensable, que solo Dios podía hacer y que solo se puede entrar con la fe.

lunes, 24 de marzo de 2014





En una conferencia del pasado 9 de enero, hablando sobre la familia, se opino sobre un silogismo social, que esta metido en las mentes de muchos jóvenes:  TODO EL MUNDO LO HACE, LUEGO ES NORMAL, SI ES NORMAL ES BUENO, SI ES BUENO ES DESEABLE Y SI ES DESEABLE ES EXIGIBLE, aplicado todo esto a las relaciones sexuales fuera o antes del matrimonio es una AUTENTICA FALSEDAD Y TRAMPA DEL DEMONIO, no solo es UN ERROR SINO UN HORROR.