En el año 2000, en el Jubileo para los enfermos realizado en Roma, entre otros enfermos e inválidos que estuvieron con el Papa, se encontraba el jugador de voleibol estadounidense de los años 70, Kirk Kilgour, “el ángel rubio”, conocido así por la altura de sus saltos y por su cabellera rubia. Llevaba para ese momento 24 años en silla de ruedas. He aquí su testimonio escrito en poesía: “Le pedí a Dios que me diera fuerzas para ejercer proyectos grandiosos y me ha hecho débil para mantenerme humilde. Le pedí a Dios que me diera salud para realizar grandes empresas, y me ha dado dolor para mejor comprender. Le pedí a Dios todo para gozar de la vida, y me ha dejado la vida para que pueda gozar de todo”.
Ahora bien, la peor parálisis no es la parálisis física, como la del paralítico de Cafarnaún, como la del jugador de voleibol. La peor es la parálisis espiritual. Por eso el Señor comienza sanando al paralítico de sus pecados, ya que el pecado nos hace paralíticos para andar por el camino de la salvación que nos lleva a la Vida Eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario